martes, 3 de abril de 2012

Pitéate un paco o te tirita la pera.



Eran cerca de las 10 AM y la cara me sudaba producto de la ducha Express que tuve que tomar para despertar y darme cuenta que iban 7 meses de movilizaciones y no habíamos conseguido nada concreto más que unirnos en la coalición anti espejismos y carretear como mano en la pija. Ésta sería la última marcha en el puerto, por desgracia cada vez éramos menos, y eso perjudicaba bastante nuestros propósitos.
Los chicos de la  Pontificia se querían  ir de vacaciones, y algunos, en su mayoría los de la Waddington debían trabajar para pagar el sistemita de arreglines  y deudas que nos agobiaba.  Quedamos de juntarnos cerca de esa estatua llena de caca de paloma en la Sotomayor. Por el camino me encontré al Víctor, Me saludó amable, pero lejano. Intercambiamos palabras sin sentido y una que otra mirada. Ya iba tarde así que me despedí rápido sin darle mayor importancia a su lejanía. Al llegar a la Sotomayor me dí cuenta que había menos de la mitad de los que comenzamos con esto, y seríamos menos al llegar al punto de conflicto. Me invadía una amargura dolorosa producto del cansancio de intentar por la razón y por la fuerza. Tanto tiempo se llevaba insistiendo y no conseguíamos nada concreto, y sobre todo correcto. Al parecer nadie nos estaba escuchando, y eso me llenaba de rabia y más ganas de avanzar. Divisé a la Marcela, una mina  que vive sola hace un tiempo, y trabaja en San Martín en uno de esos restoranes cuicos porque sus viejos tienen una onda medio extraña con la responsabilidad y la familia.la quieren domesticar como a sus hermanos y ella no se deja. Algo que no viene al caso.

Nos saludamos con afecto, me entregó una mascarilla con dibujos medio Hippies  que he visto en su croquera.

___ ¡Vale guachita! le respondo. Y le toco su pelo rojo pasión en señal de agradecimiento.
___ ¡De nada! agrega con una sonrisa, y se va junto a los de la pontificia.

Cerca de las 11 AM comienza la marcha, los gritos parecen más agudos que otras veces. La rabia se va vaciando de bloque en bloque, es  hora de dejar todo en la calle. Los de la pontificia y los de la Waddington parecen más unidos que nunca. Porque para ser de la “Waddi” hay que tener cuero de chancho o haber nacido chancho, y los de la pontificia se compraban los chanchos y los descueraban ellos mismos. Cosa que a “la Waddi” les molestaba rotundamente y hacía notar cada vez que podía. Pero esta vez era diferente, último día nadie se enoja dicen por ahí y entre más unidos mejor nos iba a resultar todo. Me sudaba el cuerpo y mi cabeza se aceleraba en pensamientos respecto a todos estos meses. Un poco de nostalgia y bastante rabia me seguía atormentando. Comparaba otros países de Latinoamérica que habían logrado sus propósitos en menos de la mitad de nuestros meses de toma. Me avergonzaba ser chilena, me avergonzaba de la gente que se quejaba porque cortábamos el camino como medida de presión, de su mentalidad cerrada, y de tantas cosas que me apestaban de Chile .pero no era capaz de decirlo, menos ahora cuando necesitábamos estar unidos sin pensar en achaques antipatrióticos. A las 12 en punto llegaríamos al congreso, podía sentir la impaciencia de llegar pronto a ese destino. Quejarnos por última vez como coalición, como una misma demanda transversal y justa. Llegué junto a la Marcela y algunos chicos de la Waddington mezclados con la pontificia. Comenzamos  a sacar las mascarillas y a tirar  piedras. Para esa hora estábamos todos encapuchados. Yo me puse la mascarilla que me regaló la Marcela.  De pronto divise al Víctor .me sonrió y se acercó a mí.

—Perdón por ser cortante hace un rato, es que no se que decir después de los atraques.
Mi cara comenzó a sudar como si fuera independiente a mi cuerpo. En efecto ese comentario de poco tino me había dejado sin habla, no recordaba nada de atraques o algo de esa línea. Improvisé algunas palabras que sonaron perfectas en mi cabeza, una vez que las dije supe que la había cagado. Y que no sabía sincronizar la boca con la cabeza. Pero claramente sabía balbucear frente a la presión.
—Ehh...No te preocupes. Eh…La verdad es que no te preocupes.

Con esa frase de inmensa sapiencia y decisión le había quedado claro que no debía preocuparse, y es más me miro con cara de “no preocupado” y se fue. Me quedé avergonzada por unos minutos, luego seguí pensando en lo que ocurría .la calle llena de pacos y sus zorrillos gigantes, veía como los de la Waddi se tiraban contra los pacos y los intentaban acallar .Mi idea sobre esto era distinta a la mayoría de los que me acompañaban. Yo no odiaba a los pacos, los percibía como androides manejados y no estaba interesada en pelearme con ellos .yo quería escupir la rabia. Era mi forma de despedida de todo este intento. Lamentablemente estos androides de verde eran la barrera defensiva, y estaban armados hasta los dientes. Luego de un rato de tira y afloja construimos una barricada inmensa, nos movimos para el lado de Brasil, atrás de los camiones de pescado.

La Marcela estaba mojada y encapuchada, pero seguía con la efervescencia de los primeros días. Me acerqué a ella sin decir nada.se movió un poco e improvisamos un asiento y comenzamos a hablar.



—Sabís que estoy chata de estos huevones que se creen dios, me dan ganas de pitearme uno, pero seguro me llevan a la yuta y ahí les regalo la tarde de superhéroe.

Por primera vez le encontraba razón, ¿Qué estaba ocurriendo con todo esto? íbamos a salir sin nada en las manos, y más encima todos mojados y rabiosos. Había que hacer algo de despedida, algo que nos dejara con la neura vacía para seguir soportando por un tiempo.
— ¡Pitéate un paco o te tirita la pera acaso! —Inferí con un tono desafiante —.Ni yo me la creía, tantos días profesando la paz y con la certeza que un paco no tiene la culpa. Santas palomas no eran, bien cabrones se ponían en cada protesta, tomando el poder en sus manos con excesiva violencia. Sin embargo seguía creyendo en su poca participación decisiva y en su rol de conejillo de indias del alto mando. Pero los políticos a quienes yo les guardaba un inmenso rencor por ignorar nuestras demandas, por mentirnos y manipular cada situación no se atrevían a salir a la calle  y menos desprovistos de compañía armamentista. El paco era un medio, un medio injusto por el cual yo iba a desquitarme.
La Marce me miró y se puso a reír de la frase, yo la miraba estoica esperando una respuesta .cuando se dio cuenta que no iba en broma me miró seria y dijo

¡Hagámoslo!
cerca de la 1 PM se notaban los estragos callejeros de esta combativa y última lucha .Los pacos nunca entendieron que el asunto no era con ellos, y los políticos jamás tendrían los cojones para salir a dar la cara.

De pronto los chicos de la  Waddi, la pontificia y los infiltrados  quedaron atrás. La Marcela y yo avanzamos buscando acallar nuestros fantasmas de represión .ella con sus historias, yo con las mías. No supe de donde saqué la fuerza para golpear a una persona, a un paco, a un representante de mis quejas y abusos. Por su parte la Marcela hacía  lo mismo. No nos dijimos nada. Golpeábamos  y quitábamos cualquier medio que pudiera interferir en nuestro plan, acorralando con la misma estrategia que ellos usaban en nuestra contra .no sé donde quedaron los de la Waddi, los infiltrados, los de la pontificia y los otros pacos, seguro se perdieron entre tanto gas .ya no me lloraban los ojos, ya no sentía rabia .este momento era mío, nuestro. Se  lo debía a todos, se lo debía a nuestras demandas justas y claras, a nuestra lucha que nunca escucharon. Recordé una frase que leí en el baño de un bar y ahora más que nunca esto cobraba sentido. “El humano corrupto solo escucha con violencia, porque no entiende lo que profesa, solo se basa en su propio bienestar”. Al día siguiente nos mostraron en la TV  pegándole al paco con todo. No sé como arrancamos de la yuta sin que nos identificaran .quedamos como heroínas de película gringa frente a los de la coalición, pero eso no nos importaba. Nadie nos delató, ni hablo mucho al respecto. Era nuestra rabia, nuestra lucha.


A los que luchan
Que no se apague el fuego.