martes, 20 de noviembre de 2012

Pronto podría observarnos desde fuera, ínfimos y ordenados nos trasladaban hacia distintas paradas .La calle seguía exorbitante en su silencio, arrancando gente y recibiendo otra. Un mecanismo comparable con la ciudad. Como si yo estuviera en tierra escuchando algún cantor porteño, incluso al mismo gitano Rodríguez en esa calle cerca del mercado. El movimiento del aparato que nos guiaba se mecía
hacia un lado y otro, un movimiento grato en función de los cuerpos. El vaivén es ciego se caracteriza por acercarnos hacia el vidrio que separa el paisaje y lo que está sucediendo fuera(o dentro), algo así como contener la respiración y luego exhalar en profundidad. Sigo atenta al contraste de las formas, el aroma que traspasa la valla, las cosas que intento tocar sin moverme. Instantáneamente cambia el escenario, estos aspectos tan distantes de nuestras propias formas se renuevan; aparecen casas, autos, elementos cotidianos .Ya no estamos lejos, nada nos separa. Los elementos comunes dividen el entorno, nunca nuestras cabezas se disiparon de tal forma. Me miento con las palabras precisas. Una dicotomía de lo que podría ser estar ahí o solo creerlo. Nos encontrábamos en un viaje, el aire cruzaba intacto entre las distancias ¿Nos encontramos ahí? .Yo (no) era el pasajero que habitaba el vagón, (no) me reconocía como parte de esta ausencia que buscaba respuestas en el ritmo. Pronto el gitano en otra voz, en tu voz. Trasladando el punto medio de las separaciones, chirriando lo invisible de este aire, de este viaje, de este no viaje hacia el fondo del gran cañón abierto. De esta mentira, de esta burla en el más tierno interior del (no) sueño. Afuera- adentro en el no- patio la negra llora por entrar- salir de su no -jaula.